· SERGIO AMADO.

Sergio Amado 

Artista visual español, dedicado a la fotografía de desnudo artístico.
 

DESNUDO EN EL BOSQUE, DESNUDO EN LIBERTAD.

Un relato autobiográfico.

 

  

    Practicaba el nudismo hacía ya algún tiempo. Tras las primeras veces que permití que el universo observase mi cuerpo desnudo, que la brisa meciese mi piel por entero y que el agua salada del mar me acaricase sin interferencias, comencé a sentirme más que a gusto, más a gusto que en esas primeras visitas a la playa nudista; comencé a sentirme pleno, comencé a identificar mi cuerpo desnudo no solo con el aire libre, si no con el mundo, con  mi propia existencia. La verdad es que desde pequeño me éducaron en la naturalidad del desnudo. Tanto era así, que tras un tiempo la playa nudista se me quedó pequeña; la sentía, aunque la adoraba y la sigo adorando, como un reducto, un reducto al que he homenajeado en mi obra fotográfica, pero un reducto al fin y al cabo, la sentía como un gheto en cierto modo… y es que lo es. Sí, la playa nudista ya no me bastaba, la sensación de libertad que sentía era una sensación de libertad acotada… y es que lo es.

 

  

   Siempre me había gustado mucho la naturaleza. Conocía un bosque de dehesa, que es muy popular en esta zona, ya que se le considera el pulmón de la ciudad. Es un bosque que está inmerso en el interior de un parque natural, un bosque en el que hay zonas de recreo, pero que por su brutal extensión también alberga zonas que casi no están pisadas. Siempre me ha gustado y me gusta la naturaleza, la naturaleza salvaje, la adoro.

   Como podría ser previsible, esas sensaciones que me causaba el desnudo, mi adoración por la naturaleza y el conocimiento de la existencia de ese bosque, me llevó irremediablemente a adentrame en él del modo más natural posible; necesitaba identificarme con la naturaleza de la que todos formamos una parte inadaptada.

   Escogí un día de primavera, para realizar mi primera incursión que, he de confesar, fue vestido ya que no sabía exactamente si por allí habría gente, aunque no debería de haberme importado, simplemente me mostraba natural tal cual era y sin ningún afán de exhibicionismo, pero si con un afán de naturalidad y de integración lo más intensa posible en el medio natural. Tras las comprobaciones necesarias, me despojé de la ropa que llevaba y la escondí entre unos matorrales… allí comenzo la sensación de libertad que sentía en la playa pero redoblada, mucho más intensa. Caminaba descalzo, en ese momento era el animal humano reencontrándose con su hábitat y aunque me costó ya que me pinchaba, las plantas se me fueron endureciendo cada vez que visitaba «mi bosque».

   He de decir que siempre caminaba yendo un poco más allá en las fronteras que me marcaba dentro del bosque y lo hacía temeroso de que algún o alguna excursionista pudiera cruzarse conmigo, pero no por el hecho de que me vieran desnudo, si no por su presumible reacción. Sabemos que existen personas muy naturales que incluso me habrían aplaudido posiblemente para sus adentros, pero también las hay muy radicales y puritanas que no lo habrían entendido, de las que en este caso hubieran llamado a la policia, pensando que se habían tropezado con un sátiro, un exhibicionista. Lo cierto es que lo que buscaba era paz, relax y sensaciones, no problemas, tensiones, ni quería molestar a nadie.

   Y lo cierto es que fueron muchas las sensaciones de las que gocé en ese bosque, sensaciones que nunca habría imaginado. Pero estas maravillosas sensaciones las contaré en otra ocasión, próximamente.

Sergio Amado.

 

UN MUNDO DESNUDO

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    Durante los meses por los que transcurre la primavera, el verano y parte del Otoño, me dedicaba en cuanto a lo que a la vestimenta se refiere, a andar de un lado a otro de mi casa y de la playa nudista en cueros. Y lo haría también en invierno, pero el clima a pesar de estar en un interior no lo permitía. Siempre que podía, me acercaba a la playa nudista, para sentir el aire fresco con olor a mar, a lo largo de toda la extensión de mi piel, para deslizarme desnudo dentro del agua y sentir las caricias del líquido elemento libre de cualquier impedimento para sentirlo, para sentir esa especie de libertad socio-antropológica. Es algo que recomiendo a todos.

   Aquella mañana, que era una como otra cualquiera, me despertaron los rayos de sol que entraban por mi ventana y todavía con la caraja (cara de sueño) puesta, me levante dirigiéndome directamente a la ducha, la mejor manera de despertar al cuerpo (en mi caso se despierta mi mente, pero el cuerpo continúa durmiendo… cosas mías).

   Aunque no acostumbraba a hacerlo, en esa mañana soleada de junio, en la que el calor todavía no apretaba, me puse a escribir en mi bitácora acerca del tema del desnudo. Había tenido un sueño y tal y como salí de la ducha, desayuné y comencé a aporrear el teclado intentando darle forma mas o menos literaria,—dios, que presuntuoso—, al sueño que había tenido.

   Era una época en la que el verano se acercaba cargadito de la polémica acerca de las playas nudistas y del nudismo y naturismo claro. Este ejercicio de libertad,— que no libertinaje—, estaba en auge con lo que los sectores más conservadores de la política y la sociedad, estaban intentando cercenarlo, algo que al menos en mi opinión es de lo mas retrógrado y antinatural. Con todo, en mi sueño aparecía representada la ciudad en la que vivía, con todos sus habitantes campando a sus anchas desnudos, con la mayor naturalidad del mundo. La de la tienda de zapatos, las cajeras del supermercado, la gente que iba y venía… no había nadie vestido. Y ahí estaba yo que acababa de bajar a la calle, ataviado con mis vaqueros y una camiseta de las que venden de saldo, zapatos, calcetines… la cuestión es que en el sueño me sentía alegre de ver ese panorama de libertad, pero azorado y ridículo, ya que era el único que permanecía vestido. Supongo que la controversia social acerca del nudismo, hizo que mi mente, durante la plácida noche, fabricara tal sueño, utópico y fantasioso pero adorable.

   Tras un corto período de tiempo, escribiendo y borrando, sin demasiado acierto en el lenguaje, ni la composición de frases, me dispuse a dirigir mi día hacia la normalidad, así que vestí a mi perro con su arnés y nos bajamos a la calle (en realidad yo no bajo a mi perro… mi perro me baja a mí…).

   Entre ladridos de alegría, Willy correteaba y daba saltos por el patio que accede a la calle, mientras observé que el suelo estaba lleno de pasquines de publicidad en los que había una fotografía de unos hombres y unas mujeres desnudos y un texto que decía: “Ya estamos hartos de llevar ropa, dejad que nuestros cuerpos sean libres…” pero antes de poder terminar de leer Willy había hecho una de las suyas, había cruzado la calzada por su cuenta así que tuve que  levantar la mirada para llamarle, pero ante su “obediencia exquisita”, tuve que ir a buscarle.

   Entonces, al salir a la calle, pude ver un panorama que nunca habría imaginado… mi sueño, el que había tenido aquella noche, se había hecho realidad; hombres y mujeres transitaban desnudos por la calle con la mayor naturalidad que había visto nunca, sin importar la edad, tenía ante mí un panorama de sana libertad total. Pasé por delante de la pescadería y todos estaban desnudos, bueno, la dependienta llevaba un delantal y hasta el chico que vende la lotería estaba desnudo. Mientras leía una pancarta colocada entre farola y farola que decía: “Si les molesta verte desnudo… es porque no renuncian a mirarte”, me cruce con una vecina, que volvía a casa y aunque no solía hacerlo, se paró a saludarme, se la notaba feliz. Caí en la cuenta de que yo iba vestido, cuando me dijo: “Ehh, ¿que haces con la ropa puesta Sergio?, ¡quítatela hombre!. Me lo dijo tan eufórica que casi me desnuda ella misma, ajjaja.

   Pero de repente me di cuenta de que tan bello y libre paisaje me había abstraído por completo, ¡dios… y Willy!. Así que girándome hacia el parque por el que solíamos pasear, salí corriendo en su búsqueda. Tan descontroladas eran mis zancadas, que tropecé con un bordillo y caí estrepitosamente al suelo…

   …y en ese momento, justo cuando me iba a golpear la cabeza… desperté.

   Y comenzó un nuevo día con aquella mañana, que era una como otra cualquiera, en una ciudad y en una cultura, en una sociedad en definitiva, en los que persistían los tabúes y prejuicios. En las que por más que te esté cayendo el sol  a más de 40 grados y te estés ahogando de calor, perviven las maneras y normas de la sociedad. Unas normas, en este caso, que niegan la verdadera identidad del ser humano. Una sociedad en la que las fuerzas políticas conservadoras, se atreven a guillotinar la libertad de las personas, prohibiendo el nudismo en playas declaradas nudistas. En una sociedad en la que se prohíbe la naturalidad, pero en la que sus bosques se siguen quemando por causas no naturales impúnemente y en la que los animales de dichos bosques mueren a manos de disparos adinerados, disparos furtivos, disparos tramposos bajo la atenta protección de entidades encargadas de la protección de la naturaleza. A cambio de un buen montón de euros… sacrifican ciervos, muflones, gamos… parece que el sucio dinero lo paga todo, incluso la muerte.

   Sí… desperté antes de dar con la cabeza contra el asfalto, como suele ocurrir en los sueños antes del momento final y me asomé a la calle. Pude ver por mi ventana a aquella vecina que no solía saludarme, embutida en un vestido beige que le sentaba de pena y al chico que vende los cupones en la esquina, vistiendo los pantalones grises y su camisa a cuadros de todos los días (así olía el muchacho…). Y me sentí triste, triste y preso del incomprensible pudor social…  entre las personas que veía y yo, el único cuerpo que permanecía al viento sin ninguna artificialidad, era el mío.

   Y siempre recordaré aquella pancarta que decía:

“SI LES MOLESTA VERTE DESNUD@… ES PORQUE NO RENUNCIAN A MIRARTE”.

                                                                                  Sergio Amado.

a-barrapluna

 


 

 


5 respuestas to “· SERGIO AMADO.”

  1. […] Leer relato completo. […]

  2. ¡Enorabuena! por tu relato,me ha llevado a escena sintiendo cada momento de tu sueño.

    Lástima que el dinero domine al mundo, compra la libertad movida por creadores de dogmas basados en mentiras, prejuicios represión, intereses que venden para alimentar al gran gorila y hacer aún + grande su montaña de plátanos.
    La belleza del desnudo, es la belleza natural esencia del ser humano, nuestros ancestros eran tribus desnudas llenas de vida saludable exterior e interior,,hasta que llegó el emprendedor avispao mandó cubrir el desnudo ojo avizor que vio en el un futuro negocio.

    ¡besote!

  3. […] LEER RELATO. […]

  4. Muy interesante sin palabraS!!!

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